martes, 1 de diciembre de 2015

En "Los Monasterios"...monteando

Tras una tostada mayúscula compartida entre cuatro en “Los Pinos” serpenteamos las curvas de las viñas hasta llegar allí donde se encuentra la cancela de “Los Escoriales” primero, y su antigua plaza de tientas después. Aquella donde una tarde de junio ví tentar, mano a mano, a Curro Díaz y Alberto Lamelas unas vacas pavorosas del hierro de Germán Gervás.

 El resto del camino me lo conozco y lo que cada cercado aguarda, me lo sé aunque nunca haya puesto un pie en varios de ellos. Volvía a recorrer esos caminos, pero no para ir a un tentadero. Volvía a montear, y lo hacía en “Los Monasterios”, allí donde tienen su refugio los Veraguas de la provincia de Jaén de la familia Ortega. Una más de esas emblemáticas familias trashumantes que llegaron desde Guadalajara y en nuestra tierra se asentaron.

 Apenas dos semanas atrás conocía a Juan Ortega en una tertulia que mi amigo Javi Mora había organizado en Martos. Y evidentemente a Juan allí me lo encontré nada más llegar a la junta. Él es matador de toros, cosa que seguro muchos de los monteros presentes desconocían. En Pozoblanco, Ponce de padrino, y Manzanares por testigo, le hicieron dar el paso al escalafón superior.
Juan Ortega, matador de toros y ganadero
con un ejemplar de mi libro

No escondo que la curiosidad me invadía por montear en aquella finca, y una cierta sensación de estar haciéndolo en “Navalcardo” por compartir el mismo entorno. Ese privilegiado rincón de nuestra provincia, donde tantas historias se concentran a lo largo de todas las hectáreas del que para mí es el verdadero paraíso interior de Jaén.

Daba la montería “Serreños” y eso también me suponía un aliciente añadido. Grupo nuevo, amigos monteros con renovadas ilusiones ante un proyecto que va dando resultados, y montería a montería va definiendo su identidad.

Tras la solemne Salve de Jaime de Foxá a la Virgen de la Cabeza y un ¡Viva España!, que seguramente sintieron hasta las ovejas que pastaban en “Navalentisco” aguardamos hasta la salida de nuestra armada: “Los Cerrillos”.

El puesto, las cosas como son, exigía precisión a la hora de la entrada de las reses porque el tiradero y sus circunstancias limitaban mucho el posible lance. Y tanto es así que ví entrar algunas ciervas sin casi opción a encararse el rifle dado el sitio por el que entraban y el camino por el que continuaban su rastro hasta perderse de nuestra vista.

 Nos entraron bastantes reses, cierto, pero todo muy pequeño. Varetos y varias ciervas prácticamente gabatas que convertían en un sinsentido apuntarles. Mejor dejar la caza que hoy es pequeña y mañana será grande... 

Muchos tiros en todo nuestro entorno. Desde nuestro puesto incluso veíamos montear otras posturas de otras armadas a lo lejos y cómo las rehalas iban cazando la mancha. Pero todo a lo lejos, con el paisaje de Baños de la Encina dejándose ver al fondo, como poniendo un límite al infinito y haciéndote reconocer el sitio en que te encontrabas aquella mañana. Y a la derecha, coronando un cerro se erigía la blanca plaza de tientas, donde en la soledad de Sierra Morena los Ortega tientan su ganado veragüeno al llegar la primavera. Hasta el momento algo insólito para mí en una montería.
Plaza de tientas de Los Monasterios. Ganadería de los Herederos de Jacinto Ortega

No tiramos en toda la mañana. El tiempo se portó, y al fin y al cabo disfrutamos, que de eso se trata cuando se va de montería.

 Al término tuvimos conocimiento de varios monteros que vivieron momentos de tensión debido a que varios novillos se escaparon, adentrándose en la mancha y llegaron a sus puestos, provocando situaciones complicadas. Desgraciado incidente que sin duda empañó la montería.