Afirman mis padres que yo estuve allí de pequeño, cuando tenía dos o tres años. No más. El caso es que mi memoria no guarda ningún recuerdo de aquello y para mí es como si no hubiera estado nunca.
Hace ahora una semana, por así decirlo, redescubrí Cazorla al cabo de casi treinta años. Ir allí era una de esas deudas que uno contrae consigo mismo y trata de saldarlas cuando buenamente puede a la mínima ocasión que el destino le presente.
Para quienes me conozcan sé que resultará sorprendente que confiese que a estas alturas de mi vida prácticamente no conocía ni Cazorla (y eso que tengo muchos amigos de allí) ni su Sierra. Precisamente esto último, desde que ví por primera vez las famosas imágenes de la serie "El hombre y la tierra" de Felix Rodriguez de la Fuente, acrecentaban más todavía mis ganas de conocer un lugar que me ha dejado fascinado.
A Cazorla no fui sólo. Expedición y aventura compartida con Sulimán, Torbe, Barcia y Caín. Para quien no los conozca y se extrañe del por qué de estos nombres, Dos guitarras y dos bandurrias en el maletero del coche terminan de explicarlo todo.
Esta última imagen define hasta qué punto el Whatsapp nos tiene dominados que ni en lo alto de una torre, haciendo un poquito de turismo (o al menos intentándolo) los pulgares se están quietos y la vista se levanta más allá de la pantalla.
De aquella obra de Felipe Campuzano "Andalucía espiritual" rescato este tema dedicado a Cazorla.
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