En el tercer par del
tercio, al quiebro, justo cuando las banderillas forradas con la
bandera española terminaban de marcar el viaje al novillo, uno de
sus pitones se hundía certeramente en el muslo. Tras ello, la sangre
rápidamente tiñó de rojo la calzona. Entre varios, lo sacaron como
pudieron de aquel ruedo sin callejón. Después, el sonido
estruendoso y trágico de la sirena de una ambulancia se alejaba a
ritmo de vértigo de la plaza de toros tan singular que tiene Segura
de la Sierra.
Aquel festival de
principios de octubre del noventa lo completaron mi recordado Antonio
Palomo y Joselito Rus, junto a Juan Antonio Esplá y el padre de mi
amigo Paquito Cruz. Él era mi compañero de pupitre en Maristas. Su
padre, Manuel Cruz “Morenito de Jaén”.
Aquella fue la única
vez que yo ví a Morenito como matador, al menos que recuerde. Y si
lo recuerdo especialmente es porque acostumbraba a verlo en el patio
del colegio recoger a su hijo al salir y en Segura, haciendo el
paseíllo lo reconocí. Ese percance fue duro y no mucho después
cambió el oro por la plata y se hizo banderillero. Desde entonces
hasta hoy, recorriendo todos los caminos del toreo.
Esta última etapa de
su trayectoria la he vivido casi entera porque lo conocí siendo un
niño, y el hecho de que su hijo tuviera un amigo con algo de
afición, supongo que le haría gracia. Precisamente gracias a él me
puse delante de una becerra a una edad tremendamente prematura, y eso
les aseguro que no se olvida.
La hemeroteca de la
revista Aplausos y los viejos carteles de toros que aún se ven por
Jaén me ayudaron a construir una idea del impacto que su inicio en
el toreo despertó en esta ciudad a finales de los setenta y
principios de los ochenta, cuando alcanzó los primeros puestos del
escalafón.
Hace cinco años me
reuní con él para una entrevista que este periódico publicó. Se
reía recordando sus inicios, lamentaba su suerte y se le
entrecortaba la voz recordando a “Paquirri”, su padrino.Terminó
insinuándome que le haría ilusión tomar la muleta por un día y
conmemorar su alternativa. Y lo logró, toreando el Festival del
Cáncer.
El próximo sábado
volverá a torear, y lo hará por última vez. Quería irse así y en
este festival, encontrándose muchas trabas e impedimentos que le
llevaron a luchar incansablemente por ello, aunque atropellase a
veces la razón. Nació en San Sebastián, pero se hizo torero aquí
y paseó el nombre de nuestra ciudad por todos los ruedos. Suerte.
Publicado hoy en el Diario Viva Jaén
Foto: Juan Pelegrín / las-ventas.com
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