
Fue en la Facultad de
Derecho de la Universidad de Huelva. Allí me planté, después de un
embarque en solitario, al reclamo de una iniciativa que aunaba mis
estudios y mi afición bajo el nombre “Toros por Derecho”
promovida por algunos estudiantes de mi misma edad y carrera.Y
entre una conferencia y otra, en la cafetería después de comprarme
un Bollicao al girarme me encontré de frente con “Espartaco”.
No
miento si aseguro que prácticamente la posibilidad de oírlo hablar
en público fue lo que me empujó a atravesar Andalucía enlazando
trenes y plantarme en Huelva. Cuando supo que era jiennense y había
venido desde Jaén expresamente, comenzaron a florecer en él los
recuerdos que a nuestra tierra le unen. Aquellos minutos en esa
cafetería y posteriormente cuando emocionadamente rememoró a
petición mía su histórica faena al toro “Facultades”
de Manolo González en Sevilla, en el Aula Magna de la Facultad de
Derecho, no los olvidaré nunca.
Cuando
otros soñaban con emular a Butragueño y su quinta pateando un balón
de fútbol en el patio de Maristas, o con chapas de refrescos
jugaban a carreras ciclistas porque estaba de moda el ciclismo
gracias al éxito de Perico Delgado en el Tour de Francia, en el
mismo recreo yo me apartaba y si alguno andaba por la labor me
quitaba el abrigo – el frío no me importaba- y lo toreaba...como
“Espartaco”.
Era
mi ídolo y aquel año de 1988 antes de partir hacia el Coso de La
Alameda tuvo el detalle de atender a mi padre para que aquel niño
que fuí pudiera conocer a quien tanto admiraba a su corta edad. Han
pasado casi treinta años de aquel momento, y me sigue pareciendo
ayer cuando recuerdo el brillo de las lentejuelas de su taleguilla
malva y oro. ¿Cómo olvidar eso?
Pocas
veces me he emocionado tanto en una plaza como lo hice la vez que
volvió a torear por San Lucas en Jaén junto a Juan Carlos García y
“El Juli”, bajo una clásica tormenta de feria, en su regreso a
los ruedos. Aquella tarde los jiennenses se volcaron con él de una
forma como no lo he visto hacer nunca en nuestra plaza.
La
imagen del pasado domingo en la Maestranza, aupado a hombros por
medio centenar de profesionales del toro, habla por sí sola. Ejemplo
de sacrifico, pundonor, superación y dignidad. Un señor en los
ruedos y un caballero en la vida.
Cuando
hace escasas semanas, casi a punto de iniciarse el paseíllo del
festival del cáncer, con los caballos de los alguacilillos pisando
ya las rayas del tercio, atendía respetuosamente mi rápida
entrevista, yo cumplía un sueño que quizás cuando tenía cuatro
años ni imaginaba. Sinceramente, no puedo esconder mi profunda
admiración al Maestro “Espartaco”.
Publicado hoy en el Diario Viva Jaén
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