
Avanzábamos
sin prisas por la Calle Maestra hasta desembocar en la Plaza de Santa
María y allí la majestuosidad de nuestra Catedral le sorprendió.
Detuvo sus pasos por unos instantes para despaciosamente contemplar
la obra de Andrés de Vandelvira.
- ¡Qué maravilla!, exclamó.
Jaén le gustaba. Y a Jaén la
lleva muy dentro porque nuestra tierra siempre ha sido especial para
él gracias a su tío Sancho. Aquella noche nos lo manifestó
recordando historias y anécdotas como la de aquel perro salchicha
que un par de días antes había perdido y que unos cuantos años
atrás se había comprado en una tienda de mascotas de nuestra
ciudad.
O
sorprendentemente la mañana que compartió entrenamiento - para
distraer los miedos- en el antiguo estadio de La Victoria con aquel
Real Jaén que entrenó Pedro Braojos y que le ganó al Sevilla, al
Atleti y desbancó al Betis de la Copa del Rey en una noche histórica
que yo no olvido. El equipo jiennense le caía simpático.
Pero sobre todo, nos emocionamos
recordando la tarde de los Guardiola. En la última Feria de San
Lucas de los noventa, bajo un aguacero descomunal, compartiendo
cartel con el murciano Pepín Jiménez y nuestro paisano Juan Carlos
García. Quienes allí estuvimos esa tarde, difícilmente lo
olvidaremos. Porque fue un auténtico milagro lograr torear aquellos
torazos sin banderillear en medio de esas durísimas circunstancias,
con el barro por las rodillas y la plaza convertida en un pantano.
Sencillamente épico.
Hace unos días reapareció. El
suyo, un regreso diferente. Al cabo de nueve temporadas volvió a
hacer el paseíllo. Sólo por un día, y sin aliviarse. Volvía para
medirse frente a dos toros de la familia para conmemorar los setenta
y cinco años que el hierro de Miura se anunciaba en Sevilla. Y como
si no hubiera pasado el tiempo, junto a él nuestros paisanos
Joselito Rus con las banderillas y Agustín Navarro a caballo.
Cuadrilla con sello jiennense.
En
medio de este tiempo que vivimos de caprichosas idas y venidas a los
ruedos de diestros que ya tuvieron su momento, y que ahora buscan no
se sabe muy bien qué, taponando puestos en los carteles de las
ferias a toreros que la afición si quiere ver, su puntual actuación
en Sevilla ha sido una demostración de raza y sobre todo respeto
hacia una profesión que ama y con la que se siente profundamente
comprometido.
En
la vuelta al ruedo, su sonrisa desprendía felicidad. Y de nuevo,
sonando el pasodoble que lleva su nombre. El de un torero sevillano
de apellidos ganaderos que tentando en el campo bravo de Jaén se
hizo uno más de nosotros: Dávila Miura.
Publicado en el Diario Viva Jaén, el jueves 14 de mayo de 2015)
No hay comentarios:
Publicar un comentario