martes, 23 de junio de 2015

Gijoneando

Hace diez años estuve en Oviedo  y quedé prendado de Asturias. Tenía ganas de regresar y Gijón era uno de esos destinos que en mi imaginario tenía anotado como pendiente para una visita futura.

  La Trimestral de CEAJ me dio la posibilidad de volver a Asturias. Nuestros amigos de AJA Gijón recogían nuestro testigo y tras nuestra histórica –no precisamente porque lo diga yo- Trimestral, les tocaba a ellos ser la sede.

 Partí el viaje de ida en dos, parando en Madrid el jueves por la noche para quedarme a dormir en casa de mi tía Sylvia. Al salir del metro y antes de llegar a casa me ocurrió una cosa que a nadie le deseo: encontrarse todas las escaleras mecánicas del metro paralizadas. Entiendo que por desconocimiento o por no fijarme, no me dí cuenta si algún cartel advertía de esa parálisis. Pero fuera por lo que fuera, tuve que subir, doscientos, o trescientos o cuatrocientos escalones cargando con mi maleta hasta poder salir a la calle. O dicho de otro modo, me subí a pie las cuatro plantas del metro de Guzmán El Bueno.

 La mañana del viernes de camino a Gijón, me acordé del abogado jiennense Diego Rojano, que en su juventud estudió parte de su carrera en Oviedo. En su tiempo, y en otras circunstancias los viajes en tren desde Jaén hasta Asturias deberían ser…interminables. Y aprovechando que viajaba por tierras asturianas me leí el libro “De toros”, de aquel personaje impresionante que tuvo que ser Julián Cañedo: abogado, aficionado práctico que llegó a torear en Madrid y alternó con las figuras de su época, amigo íntimo de artistas ilustres de entonces como Sebastián Miranda o Pérez de Ayala…y ovetense.  Cuesta imaginarse a un asturiano en los ruedos y menos en aquellos años. En Oviedo aún se le recuerda y hasta una calle lleva su nombre, pero francamente creo que se desconoce mucho a un personaje irrepetible.


 Llegué a Gijón y nada más poner un pie en su estación de tren noté que ya estaba en Asturias, simple y llanamente porque había quizás diez grados menos de temperatura respecto a lo que dejé en Jaén el día anterior. Me pelé de frío al llegar.

Quise ir andando - maleta a cuestas- hasta el hotel, tomé la dirección equivocada y casi sin darme cuenta acabé en lo alto de un puente. Rectifiqué, deshice el camino andado y prácticamente una hora después conseguí dar con el hotel. Eso sí, por mí cuenta ya me había pateado medio Gijón.

 Y sucedió lo que siempre pasa en cada Trimestral. Te encuentras casualmente a uno, luego a otro, después a varios y poco a poco vas reencontrándote con todos los amigos que venidos desde todos los rincones de España cada tres meses nos vemos gracias a CEAJ.
 A Mariano y Antonio los tenía impacientes esperándome en la playa de San Lorenzo. Y junto a ellos, a bastantes compañeros desesperados con ganas de irse a comer. A Mariano y Antonio les debo en gran parte mi presencia en Gijón. Han insistido hasta la saciedad en contar con mi presencia allí. Ellos son los de Cáceres, aquel dúo que llegó a León sin conocer a nadie y desde entonces todo el mundo los conoce.


Marcos Municio y Mariano Mariño, de AJA Cáceres

 Gijón me ha parecido una ciudad impresionante y he procurado disfrutarla ampliamente. Me he quedado con la espinita clavada de no haberme podido acerca a la Plaza de Toros de "El Bibio" (justo el día antes se presentaron los carteles de la Feria de Begoña, homenajeando a Ponce por sus 25 años y el Pregón Taurino a cargo de Agustín Díaz Yanes)...y lo compensé visitando una taberna llamada "El Albero", que a su vez resultó ser la sede de la Peña Juan del Álamo.


El Molinón

 Los compañeros de AJA Gijón nos han abierto su corazón y su ciudad. Se han volcado con nosotros y han demostrado más que nunca lo que más le caracteriza: su sencillez y su humanidad. Gracias Luis, Luis Carlos, Erika, Raquel y demás compañeros.

 Y en septiembre, a Ceuta. A uno le tira la tierra y en Gijón ejercí de caballa junto a Lucía, presentando la Trimestral que más ilusión me hace.

 Por cierto, hice algo que nunca antes hacía hecho en una Trimestral: echarme las zapatillas y salir a correr. Pero también hice algo que no había hecho nunca tampoco: grabarme en video corriendo. Bueno, y viajando, y con los amigos...Aquí el resultado (al margen de la calidad)

Una carrerita por la playa de San Lorenzo

















  

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