
Acostumbrados estamos a que la perfección milimétrica invada los escenarios, y que sólo la improvisación genial que el artista se pueda permitir, se salga de lo previsto. Pero los imprevistos, y más si son en riguroso directo, difícilmente pueden preverse.
El desmayo de Pastora Soler tras terminar de cantar su tema “Cambiando” junto a la Tuna de Empresariales de Sevilla en el Auditorio Fibes, en Sevilla, dejó sobrecogidos primero a los amigos de la beca verdemar que se encontraron semejante papelón después de haber disfrutado sobre las tablas. Al mismo tiempo a todo el público asistente que tornó sus aplausos en incertidumbre, y por último a quienes desde la red de redes vimos el video de una imagen inaudita.
La imagen impresionaba. Han pasado meses desde aquello y el anuncio de Pastora Soler días atrás de abandonar los escenarios, sorprende. Por inesperada, porque no es habitual y porque corta de raíz la carrera de una artista en un momento extraordinario y con un techo ilimitado en el mundo de la música.
Sincera, honesta y cercana. Se aleja de los escenarios pero lo ha hecho con la cercanía propia de quien sabe que su público, sus seguidores, están con ella. Sin ocultar que no puede, por el momento, salir a darlo todo.
Y es que hasta para retirarse hay que tener talento, y a ella, le sobra. No me extrañó que llegado el momento fuera designada para representar dignamente a España en el cada vez más denostado festival de Eurovisión, después de algún que otro experimento que más bien era un esperpento.
Seguro que antes o después, regresará. Su voz todavía tiene mucho que cantar y voces como la suya, tan privilegiadas, no pueden perderse tan pronto.
Publicado hoy en el Diario Viva Jaén
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