Desde que era un crío
soy asiduo a la Plaza de Toros de Marbella, igual que lo fui de la de
Puerto Banús. Entre ambos cosos he visto una ingente cantidad de
festejos taurinos, de entre los que alguno incluso a pasado a la
historia por memorable.
El pasado domingo, ya
felizmente de vacaciones, acudimos mi padre y yo a la plaza de
Marbella a disfrutar de la que es nuestra afición. En este caso
además se añadía el reclamo de un cartel con figuras, superior a
otros que hemos podido presenciar en los últimos años.
De ello daba cuenta la
cola que me tuve que tragar para poder comprar las entradas. Entre
italianos, rusos colorados como salmonetes, musulmanes y señoras con
acento de todas partes de la península, aguardé bastantes minutos
apretujado e impaciente porque el tiempo corría a contrarreloj para
que sonara el toque de clarines y aparecieran los alguacilillos en la
primera raya del tercio.
Repentinamente surgió
una breve bronca, pero no le dí mayor importancia porque supuse que
quizás sería alguien que con las prisas trataría de colarse en
lugar de respetar la fila de acceso al acceso a la plaza. Realmente
no fue así: dos mujeres – dos rubias- sostenían sendos carteles
en contra de la Fiesta en las escalerillas de los exteriores de la
plaza. Eran solamente dos, entre una multitud de personas a punto de
asistir a la corrida. Cantidad simbólica y a priori insignificante.
Solamente dos
Y efectivamente, se
notó que el cartel tenía tirón y en los tendidos hubo mucho más
público que en bastantes carteles de los que se han programado en
las últimas temporadas en Marbella. Eso taurinamente para Marbella
es fundamental, porque tristemente el Ayuntamiento ha dado la espalda
a los toros y el movimiento anti ha cobrado fuerza allí.
La corrida fue
desarrollándose con bastante interés, y justo cuando el tercero
estaba a punto de doblar después de la faena de Talavante dos
individuos saltaron desde el tendido 6 para hacerse presentes en el
ruedo. La historia a estas alturas ya es por todos conocida.
Por desgracia es la
segunda vez en mi vida que pago una entrada de toros para que un
holandés reviente el festejo que estoy presenciando. Me ocurrió en
Mérida, en la encerrona de Talavante y me ha vuelto a suceder en
Marbella, sólo que por partida doble ya que iba con su compinche.
Ese mismo día
precisamente en el diario El Mundo, en la página de toros Juan Diego
Madueño firmaba una pieza donde se desgranaba al elemento (paso de
citar su nombre por no darle publicidad gratuita), su modus operandi
y su trayectoria en los ruedos. Un gachón que en lo que llevamos de
año lleva ya más paseíllos vistos que yo.
Cómo tres días antes
ya hizo lo mismo en la plaza de Palma de Mallorca y a Morante, la
cuadrilla de este último no se lo pensó dos veces y corrió a por
ellos. Trincaron a ambos y no hubo compasión con uno de ellos. Esa
no es la imagen que yo quiero ver de un hombre con un traje de luces,
pero sinceramente lo entiendo porque no es la primera vez que esto
pasa y es evidente que a un tío que se tira al ruedo a montar el
número, no lo van a recibir precisamente con besos y caricias y
menos cuando estás saboteando lo que para algunas personas es su
modo de vida y el pan de su familia.
Dice el Reglamento
Taurino Andaluz que si un espectador se arroja al ruedo con la
presencia del animal deberán ser las cuadrillas quienes lo retiren.
Esto tiene una interpretación, pues ese artículo (similar en el
resto de reglamentos) está previsto para los espontáneos que
tradicionalmente saltaban al ruedo buscando dar un muletazo a un toro
para reivindicarse en busca de una oportunidad en el toreo y por
motivos evidentes, al ser las cuadrillas los únicos partícipes en
la lidia son quienes están cualificados para retirar con precisión
a una persona de la cara del toro.
Esto que sucedió en
Marbella no tiene nada que ver. Sucedió cuando el toro doblaba y al
ruedo salió la cuadrilla de Morante en los mismos términos en que
lo hubieran hecho si se hubiera producido un percance. La presencia
policial en el callejón era numerosa, con al menos trece agentes de
policía nacional repartidos en tres burladeros, que en aquellas
circunstancias perfectamente podían haber pisado el ruedo en su
mayoría para tratar de reducir con efectividad y precisión a los
dos sujetos que se arrojaron.
Hace dos temporadas –
creo recordar- en la misma plaza de Marbella un espectador saltó al
callejón y de ahí al ruedo, acercándose al Cid y su cuadrilla en
la vuelta al ruedo. No sé con qué intenciones, pero aparentemente
el hombre iría algo bebido. En aquella ocasión la policía fue
efectiva y quiero recordar que automáticamente pisó el ruedo.
No entiendo, y así lo
puse en Twitter, tanta presencia policial en el callejón si luego
ante un lamentable incidente como este no actúan con rapidez y
encima la autoridad carga contra las cuadrillas con dureza.
Lo triste además, es
saber que este suceso se repite por segunda vez en el mismo escenario
pues hay que recordar que meses atrás ocurrió lo mismo con motivo
de un festival benéfico. Que tiene cojones la cosa.
La tensión se hizo
presente en la tarde. Yo me sentí incómodo el resto del festejo por
todo lo que presenciamos durante largos minutos y que en nada
favorece al espectáculo, al toreo ni a la Plaza de Marbella.
Y cuando parecía que
todo se normalizaba y disfrutábamos de una faena realmente buena de
Morante, al terminar una tanda e irse supuestamente a cambiar la
espada, comenzó a gesticular de una forma que me costaba entender.
Arrojó la muleta y haciendo señales al palco se retiró al callejón
para no salir de ahí. Había decidido no matar al quinto como
protesta.
Lo que a muchos pueda
parecer una genialidad, a mí me parece una absoluta falta de respeto
especialmente al público, y luego ya a la autoridad.
El torero podrá
sentirse molesto y dolido en su interior. Podrá cabrearse, podrá
enrabietarse, pero él ha sido contratado expresamente para dar
muerte a dos toros, y hacer lo que hizo no era lo más acertado,
sumado a los perjuicios que ello le ocasionó: de entrada perder la
posibilidad de ser premiado tras una importante faena, y
evidentemente ser propuesto para una sanción.
Si soy sincero, salí
de la plaza muy contrariado y con sensaciones confusas. Cuando una
hora y media antes tomamos el coche para ir a la Plaza de Marbella a ver
una corrida de toros no podíamos imaginar que presenciaríamos una
cadena de despropósitos.
Mi afición se va a
mantener tal cual, pero admito que me revienta profundamente que dos
imbéciles nos falten el respeto a todos los que hacemos un esfuerzo
por acudir a un espectáculo que es público y legal. Me revienta que
en este país resulte tan sencillo atentar contra la Tauromaquia, y
como jurista que soy, siento verdadera vergüenza por la impunidad y
el libre albedrío con el que este tipo de sujetos deambula de plaza
en plaza y actúa de forma reincidente sin recibir castigos severos.
Y sí, es verdad que
deben ser aquellos que directamente viven del toro quienes primero
deben preocuparse muy seriamente por cortar con todos estos ataques y
defender aquello que les da de comer. Pero a través de la Justicia y
no a base de mamporros. Porque esto último es igualarse a quienes
nos denostan y si algo diferencia al mundo que amamos de esa calaña
es la torería. Y eso, se tiene o no se tiene y ellos están en las
antípodas de lo que ese concepto abarca.