miércoles, 12 de agosto de 2015

Yo iba a ver otro espectáculo

Desde que era un crío soy asiduo a la Plaza de Toros de Marbella, igual que lo fui de la de Puerto Banús. Entre ambos cosos he visto una ingente cantidad de festejos taurinos, de entre los que alguno incluso a pasado a la historia por memorable.

  El pasado domingo, ya felizmente de vacaciones, acudimos mi padre y yo a la plaza de Marbella a disfrutar de la que es nuestra afición. En este caso además se añadía el reclamo de un cartel con figuras, superior a otros que hemos podido presenciar en los últimos años.

  De ello daba cuenta la cola que me tuve que tragar para poder comprar las entradas. Entre italianos, rusos colorados como salmonetes, musulmanes y señoras con acento de todas partes de la península, aguardé bastantes minutos apretujado e impaciente porque el tiempo corría a contrarreloj para que sonara el toque de clarines y aparecieran los alguacilillos en la primera raya del tercio.

  Repentinamente surgió una breve bronca, pero no le dí mayor importancia porque supuse que quizás sería alguien que con las prisas trataría de colarse en lugar de respetar la fila de acceso al acceso a la plaza. Realmente no fue así: dos mujeres – dos rubias- sostenían sendos carteles en contra de la Fiesta en las escalerillas de los exteriores de la plaza. Eran solamente dos, entre una multitud de personas a punto de asistir a la corrida. Cantidad simbólica y a priori insignificante.
Solamente dos


  Y efectivamente, se notó que el cartel tenía tirón y en los tendidos hubo mucho más público que en bastantes carteles de los que se han programado en las últimas temporadas en Marbella. Eso taurinamente para Marbella es fundamental, porque tristemente el Ayuntamiento ha dado la espalda a los toros y el movimiento anti ha cobrado fuerza allí.

  La corrida fue desarrollándose con bastante interés, y justo cuando el tercero estaba a punto de doblar después de la faena de Talavante dos individuos saltaron desde el tendido 6 para hacerse presentes en el ruedo. La historia a estas alturas ya es por todos conocida.

  Por desgracia es la segunda vez en mi vida que pago una entrada de toros para que un holandés reviente el festejo que estoy presenciando. Me ocurrió en Mérida, en la encerrona de Talavante y me ha vuelto a suceder en Marbella, sólo que por partida doble ya que iba con su compinche.

  Ese mismo día precisamente en el diario El Mundo, en la página de toros Juan Diego Madueño firmaba una pieza donde se desgranaba al elemento (paso de citar su nombre por no darle publicidad gratuita), su modus operandi y su trayectoria en los ruedos. Un gachón que en lo que llevamos de año lleva ya más paseíllos vistos que yo.

  Cómo tres días antes ya hizo lo mismo en la plaza de Palma de Mallorca y a Morante, la cuadrilla de este último no se lo pensó dos veces y corrió a por ellos. Trincaron a ambos y no hubo compasión con uno de ellos. Esa no es la imagen que yo quiero ver de un hombre con un traje de luces, pero sinceramente lo entiendo porque no es la primera vez que esto pasa y es evidente que a un tío que se tira al ruedo a montar el número, no lo van a recibir precisamente con besos y caricias y menos cuando estás saboteando lo que para algunas personas es su modo de vida y el pan de su familia.

  Dice el Reglamento Taurino Andaluz que si un espectador se arroja al ruedo con la presencia del animal deberán ser las cuadrillas quienes lo retiren. Esto tiene una interpretación, pues ese artículo (similar en el resto de reglamentos) está previsto para los espontáneos que tradicionalmente saltaban al ruedo buscando dar un muletazo a un toro para reivindicarse en busca de una oportunidad en el toreo y por motivos evidentes, al ser las cuadrillas los únicos partícipes en la lidia son quienes están cualificados para retirar con precisión a una persona de la cara del toro.

  Esto que sucedió en Marbella no tiene nada que ver. Sucedió cuando el toro doblaba y al ruedo salió la cuadrilla de Morante en los mismos términos en que lo hubieran hecho si se hubiera producido un percance. La presencia policial en el callejón era numerosa, con al menos trece agentes de policía nacional repartidos en tres burladeros, que en aquellas circunstancias perfectamente podían haber pisado el ruedo en su mayoría para tratar de reducir con efectividad y precisión a los dos sujetos que se arrojaron.

  Hace dos temporadas – creo recordar- en la misma plaza de Marbella un espectador saltó al callejón y de ahí al ruedo, acercándose al Cid y su cuadrilla en la vuelta al ruedo. No sé con qué intenciones, pero aparentemente el hombre iría algo bebido. En aquella ocasión la policía fue efectiva y quiero recordar que automáticamente pisó el ruedo.

  No entiendo, y así lo puse en Twitter, tanta presencia policial en el callejón si luego ante un lamentable incidente como este no actúan con rapidez y encima la autoridad carga contra las cuadrillas con dureza.

  Lo triste además, es saber que este suceso se repite por segunda vez en el mismo escenario pues hay que recordar que meses atrás ocurrió lo mismo con motivo de un festival benéfico. Que tiene cojones la cosa.

 La tensión se hizo presente en la tarde. Yo me sentí incómodo el resto del festejo por todo lo que presenciamos durante largos minutos y que en nada favorece al espectáculo, al toreo ni a la Plaza de Marbella.

 Y cuando parecía que todo se normalizaba y disfrutábamos de una faena realmente buena de Morante, al terminar una tanda e irse supuestamente a cambiar la espada, comenzó a gesticular de una forma que me costaba entender. Arrojó la muleta y haciendo señales al palco se retiró al callejón para no salir de ahí. Había decidido no matar al quinto como protesta.

 Lo que a muchos pueda parecer una genialidad, a mí me parece una absoluta falta de respeto especialmente al público, y luego ya a la autoridad.

 El torero podrá sentirse molesto y dolido en su interior. Podrá cabrearse, podrá enrabietarse, pero él ha sido contratado expresamente para dar muerte a dos toros, y hacer lo que hizo no era lo más acertado, sumado a los perjuicios que ello le ocasionó: de entrada perder la posibilidad de ser premiado tras una importante faena, y evidentemente ser propuesto para una sanción.

 Si soy sincero, salí de la plaza muy contrariado y con sensaciones confusas. Cuando una hora y media antes tomamos el coche para ir a la Plaza de Marbella a ver una corrida de toros no podíamos imaginar que presenciaríamos una cadena de despropósitos.   

 Mi afición se va a mantener tal cual, pero admito que me revienta profundamente que dos imbéciles nos falten el respeto a todos los que hacemos un esfuerzo por acudir a un espectáculo que es público y legal. Me revienta que en este país resulte tan sencillo atentar contra la Tauromaquia, y como jurista que soy, siento verdadera vergüenza por la impunidad y el libre albedrío con el que este tipo de sujetos deambula de plaza en plaza y actúa de forma reincidente sin recibir castigos severos.


 Y sí, es verdad que deben ser aquellos que directamente viven del toro quienes primero deben preocuparse muy seriamente por cortar con todos estos ataques y defender aquello que les da de comer. Pero a través de la Justicia y no a base de mamporros. Porque esto último es igualarse a quienes nos denostan y si algo diferencia al mundo que amamos de esa calaña es la torería. Y eso, se tiene o no se tiene y ellos están en las antípodas de lo que ese concepto abarca.

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