A toro pasado, visto desde fuera, y también desde lejos. Lo que día atrás se vivió en La Puebla del Río- que yo no viví- me parece fabuloso a la vez que sorprendente.
Crear de la nada una fiesta taurina llena de argumentos uniéndola a una festividad religiosa local. Adaptar una idea a las circunstancias del calendario, el urbanismo y las posibilidades. Hacerlo viable y que el pueblo decida si lo disfruta, lo ignora o aprueba el experimento y lo convierte en tradición a lo largo de los años.
Visto lo visto, supongo que será esto último lo que suceda. Sacamos varias lecturas de todo esto: la trascendencia de la fiesta de los toros en un pueblo que ha dado una figura del toreo. La generosidad de éste hacía el pueblo que le vio nacer, su sensibilidad hacia los jóvenes valores del toreo cediendo las reses para facilitar la celebración del festejo y la apuesta sin complejos de un consistorio hacia la fiesta de los toros como signo de identidad de una población a la vez que motor económico y turístico.
Precisamente la ausencia de complejos también fue clave para el éxito de esta iniciativa. No hubo problema en apostar por celebrar un encierro al modo pamplonés, tomando prestado algún que otro detalle pero imprimiendo siempre el carácter de sus gentes para que así se viviera como algo propio. Tauromaquia por y para el pueblo.
Días así hacen mucho más por el mundo del toro que tantas acciones y estrategias que se quedan por el camino, anunciadas pomposamente como fomento de la fiesta y la afición cuando, a veces, eso es una excusa para que algún bolsillo se enriquezca a consta del aficionado.
Corral improvisado para erales y cabestros en pleno casco urbano
Recorrido del encierro
Fiesta religiosa
Un encierro de sevillanas maneras
Morante: el mecenas de la Puebla
Precios populares para una fiesta popular
Portátil, pero abarrotada
Las oportunidades hay que aprovecharlas y demostrarlas
Éxito artístico y ganadero. Éxito total
Fotos: Marían Guzmán
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